La emboscada (2ª Ed.)
Fidel PradoEn el desierto comedor, penetró en aquel momento un tipo llamativo. Era un hombre de mediana edad, posiblemente frisase en los cuarenta años, aunque por sus barbas descuidadas y su pelambrera, también falta de cuidado, aparentase algunos años más. Era fuerte, de recias piernas y cabeza grande, bien asentada sobre sus hombros. Vestía una descolorida camisa a rayas rojas y azules, un pantalón que en sus primeros tiempos debió de ser marrón pero cuyo color había bajado mucho de tono, y unas recias botas de tacones desgastados por los costados. Sus duras caderas se apretaban por el cinto del que pendía un negro «Colt» y su cabeza se tocaba con un sombrero vaquero, cuyas alas, al perder su primitiva forma, hacían aguas al ondular en derredor de la copa.